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Saturday, October 8, 2011

Hoy como Ayer: Miguel Servet 25 septiembre hace 500 años

La sombra de Servet -Gregorio Moran,  excelso como casi siempre

SABATINAS INTEMPESTIVAS
En un país donde se celebran los aniversarios de batallas medievales difíciles de ubicar, de emperadores que pasaron por aquí, de reyes imaginados, de aristócratas dedicados a la caza mayor y a la pesca de género, de escritores mediocres, de descubrimientos imposibles, de santos de dudosa reputación, resulta que hay un hombre que constituye por sí solo la medida del intelectual más audaz y comprometido de su tiempo, y ocurre que ni se acuerdan de él. Como si no hubiera existido; ni siquiera una antigualla de la que hablaban, en voz baja, los maestros liberales antes de los tiempos del cólera.
Miguel Servet cumplió 500 años el jueves de la semana pasada, y todas las escuelas de España, sin excepción -públicas o concertadas-, deberían haber dedicado la jornada a explicarles a los chavales, si es que aún es posible, que hubo un hombre que resumió en su persona, con su vida y su atroz destino, lo que una sociedad llamaría un intelectual libre. Quizá el primero en nuestra malhadada historia.
El año pasado apareció en castellano el libro de Michel Winock El siglo de los intelectuales (Edhasa 55,75) (11,86 euros en francés con amazon.es) , .... . Leyéndolo uno se admira de muchas cosas, pero como español, de algo especialísimo para nosotros: la continuidad. ... hay un encabalgamiento de reflexiones, de preocupaciones, de vida cultural, que ni tuvimos ni soñamos. Nuestra historia intelectual, tanto o más que la política, no alcanza a ser espasmódica; es tartamuda, cuando no autista 
Miguel Servet fue un tipo que nació en 1511 en zona aragonesa bilingüe, (Miguel Serveto  Conesa Villanueva de Aragón -ahora de Sigena) que dominaba por tanto el castellano y el catalán, que se convirtió en expertísimo conocedor del griego y el hebreo, que hablaba francés, porque estudió allá, que manejaba el italiano porque había viajado a la cuna del mundo renacentista, y que escribía en latín, la lengua franca de la época. Le tocó vivir un momento intelectual caracterizado por los debates bíblicos, las traducciones y versiones de los antiguos....
Las disquisiciones de Miguel Servet sobre el asunto, miles de páginas publicadas en castellano por Ángel Alcalá, en Zaragoza, hoy me dejan frío. Lo que me fascina es el personaje. Su arrojo, su inteligencia, su cultura, su curiosidad científica -durante años se le atribuyó el descubrimiento de la circulación de la sangre, un hallazgo inconmensurable para su época-. Ejerció de médico durante años, huyendo de las ortodoxias católicas y protestantes, porque le tocó vivir los años borrascosos de la Reforma luterana y calvinista, y la Contrarreforma. Frente a un Erasmo, cauto, sabio, prudente hasta la cobardía, tacaño incluso para los gestos, calculador; si salvó la vida fue probablemente por su negativa a viajar a España. Le tenían preparada hasta la hoguera y había un fraile que estaba obsesionado con eso, el reverendo Zúñiga. Servet era lo contrario.
Servet representa un modelo de intelectual en tiempos imposibles, lo que le convierte en algo deslumbrante. Su rigor en el tratamiento de los textos, su valentía para defender sus pensamientos, su temeridad en la creencia de que la discusión entre personas inteligentes no tenía límites. Y los tenía, vaya si los tenía. Menéndez Pelayo, que es una referencia obligada aún hoy sobre lo heterodoxos españoles, lo cual dice mucho de nuestra miseria cultural, llega a llamarle “caballero andante de la Teología”, y en un arrebato emotivo le hace “hermano de Platón y de Hegel”, categoría que al tratarse de hombre tan reaccionario como Don Marcelino es más que un elogio, casi una canonización intelectual.   ...   relata en unos párrafos, memorables por su cinismo, que de haber venido a España probablemente hubiera librado la vida. Olvida, con premeditación y alevosía, que Miguel Servet  tendrá el terrible privilegio de ser quemado doblemente. En efigie, por los católicos de la francesa Vienne, y dos meses más tarde, en vivo y en directo, por los calvinistas suizos.
El calvario de Servet alcanza la categoría de la muerte de Cristo. Condenado inicuamente a la hoguera por Calvino y los suyos, será paseado por la ciudad de Ginebra, acusado de hereje, encadenado y puesto en una pira junto con sus libros. Cuando se enteró de que iba a ser quemado solicitó el hacha, la decapitación, pero aquellos cristianos no le ahorraron el sufrimiento. Pusieron leña verde, para que durara más la agonía. Aseguran que pasó de las dos horas. Atado a su cabeza colocaron su último libro, Restitución del cristianismo, para que ayudara a disolver su cerebro y su talento. De ese libro, del que había editado mil ejemplares, sólo sobrevivieron dos. Los demás fueron quemados por católicos y protestantes.
Pero lo que más conmueve, lo que proyecta la sombra de Servet hasta hoy mismo es que mientras recorría la ciudad de Ginebra, encadenado y destrozado, tras dos meses de cruel encarcelamiento, en un par de ocasiones se paró la comitiva para preguntarle si se retractaba. Un intelectual, en 1553, con 42 años recién cumplidos, en la flor de la vida intelectual y humana, respondió algo tan insólito como “no”. Y no es que perdiera las prebendas; perdía lo único que le quedaba, la vida. ¿Alguien duda de que hubiéramos debido dedicar las lecciones del pasado 25 de septiembre en escuelas, institutos y universidades, a un hombre que exento de todo fanatismo defendió el derecho a discrepar hace 500 años?
links: Michael Servetus Institute
completa página a Wikipedia:   Servetus.

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